LA ESPALDA DEL PODER


Photography, Polaroids, Photographic compositions
2018















"The most surprising thing about monuments is that we never see them. Nothing in the world is so invisible. They are placed, no doubt, to be seen, even to attract attention; but at the same time they are impregnated with something against attention , and this drips over them like a drop of water on a layer of oil".

In his essay "Monuments" the Austrian writer Robert Musil raises the question of how they are perceived: "in disagree with our senses, they slip out of sight."

The monument according to its Latin etymology ("monementum", remember) defines an object, usually sculptural, accommodated in a public space, with the express purpose of maintaining the memory of a past event, establishing an appropriate link with the place in which it is located and in line with historical or mythological narrative. For this reason it has always been considered one of the most tangible expressions of permanence, firmness and immobility, of strength.

However, in modern society gradually lost much of its meaning. "The sculpture is boring," said Baudelaire in one of his writings of 1846, alluding to the monuments that lined the streets of Paris and which considered outdated and dilapidated objects, monotonous and rigid, which showed themselves antithetical to modernist force and encouragement, in which the poet felt a frantic impulse to speed, to the entropy dispersion and change.

Lewis Mumford—on which these ideas must have exerted much influence—issued nearly a century later (1938) his trial, in which proclaims the death penalty for monuments for being essentially useless and dysfunctional for contemporary urban: "If [something] is modern it cannot be a monument and vice versa".

I am interested in the new aspect involving the displacement of the production of meaning from purely artistic level to social movements. The past and memory as changing elements, fitted in a variable and flexible identity, the blur profile of truth and fiction, forgetting and remembering. The ability of thinking about the monument as a product which space itself —in the sense of "a social palimpsest (manuscript that still retains traces of other previous writing on the same surface, but specifically cleared to make place for what now exists )"— ceaselessly preserves and metamorphoses.

Different languages in the same piece:

- "Traditional" Photo of the back of the monument, symbolizing the hidden part of power (political leaders, revolutionaries, students, colonizers,...) at the same time the "burden" of it.

- Front-Polaroid Photo: talking about the past and memory as changing elements, endowed with a variable and flexible identity, blurred silhouettes of truth and fiction, forgetting and remembering.

- Aerial image of Google Maps: with the intention of achieving visibility through the exact geographical location of the monument and the relationship with its surroundings.

- Text with listed coordinates (latitude and longitude), name and explanation of the main character and surrounding buildings.

These places are representations of power in almost all sub-Saharan African countries, each with a particular history of influence that imposes a huge economic dependence: administrative institutions, bridges and hotels "donated" by the Libyan government of Gaddafi and King Fahd of Saudi Arabia, the presidential palace, Police Headquarters, Taxes, military strategic places, foreign companies (Air France, Orange, Toyota), banks, embassies, ministries, city council, representatives of religions (mostly mosques but also Catholic churches), museums , prison, ...

All these elements are each representative of the problems of this part of the world which, once more, feeds the West imaginary at the expense of the intrinsic values of these societies.

"La cosa más sorprendente de los monumentos es que nunca los vemos. Nada en el mundo es tan invisible. Son levantados, sin duda alguna, para ser vistos, incluso para atraer la atención; pero al mismo tiempo están impregnados con algo contra la atención, y esta escurre sobre ellos como una gota de agua sobre una capa de aceite"

En su ensayo “Monumentos” el escritor austriaco Robert Musil plantea la cuestión de cómo son percibidos los monumentos: “en desacuerdo con nuestros sentidos, se deslizan fuera de nuestra vista”.

El monumento de acuerdo a su etimología latina (“monementum”, recuerdo) define un objeto, normalmente escultórico, acomodado en un espacio público, con la finalidad explícita de mantener en vigor el recuerdo de un evento pasado, estableciendo un vínculo oportuno con el lugar en el cual está situado y en sintonía con una narración histórica o mitológica. Por esta razón siempre ha sido considerado como una de las expresiones más tangibles de la permanencia, de la firmeza y la inmovilidad, de la solidez y la duración.

Sin embargo, en la sociedad moderna perdió paulatinamente gran parte de su sentido. “La escultura es aburrida”, aseguró Baudelaire en uno de sus escritos de 1846, aludiendo a los monumentos que poblaban las calles de París y que consideraba objetos anacrónicos y vetustos, monótonos y rígidos, que se mostraban antitéticos al vigor y al aliento modernistas, en los que el poeta percibía un impulso frenético hacia la velocidad, la dispersión entrópica y el cambio.

Lewis Mumford —sobre el cual estas ideas deben de haber ejercido mucha influencia— emitió casi un siglo después (1938) su juicio, en el que condena a muerte el monumento por ser esencialmente inútil y antifuncional para el urbano contemporáneo: “Si [algo] es moderno no puede ser un monumento y viceversa”.

Me interesa especialmente el aspecto novedoso que implica desplazar la producción de significado desde el ámbito exclusivamente artístico al de los movimientos sociales. El pasado y la memoria como elementos cambiantes, dotados en una identidad variable y flexible, los contornos borrosos de la verdad y la ficción, olvido y recuerdo. La posibilidad de pensar en el monumento como en un producto que el mismo espacio —en el sentido de «un palimpsesto (manuscrito que todavía conserva huellas de otra escritura anterior en la misma superficie, pero borrada expresamente para dar lugar a la que ahora existe) social»— conserva y metamorfosea incesantemente.

Diferentes lenguajes en una misma pieza:

- Foto “tradicional” de la trasera del monumento, simbolizando esa parte oculta del poder (líderes políticos, revolucionarios, estudiantiles, colonizadores, ...) a la vez que la “carga” de ese mismo poder.

- Foto Polaroid frontal: hablan sobre el pasado y la memoria como elementos cambiantes, dotado de una identidad variable, flexible y los contornos borrosos de la verdad y la ficción, olvido y recuerdo.

- Imagen aérea de Google Maps: con la intención de otorgar una visibilidad a través de la localización geográfica exacta y la relación del monumento con su entorno.

- Texto en el que se indican coordenadas (latitud y longitud), nombre y explicación del personaje y principales edificios que lo rodean.

Estos lugares son representaciones del poder en casi todos los países del África subsahariana, cada una con una historia particular de influencia que impone una enorme dependencia económica: instituciones administrativas, puentes y hoteles “donados” por el gobierno libio de Gadafi o el Rey Fahd de Arabia Saudita, palacio presidencial, sedes de Policía, impuestos, lugares estratégicos militares, empresas extranjeras (Air France, Orange, Toyota), bancos, embajadas, ministerios, ayuntamiento, representaciones de las religiones (en su mayoría mezquitas aunque también iglesias católicas), museos, prisión, …

Todos estos elementos son, cada uno, representativos de la problemática de esta parte del mundo que, una vez más, alimentan el imaginario occidental en detrimento de los valores intrínsecos de estas sociedades.